Diabetes Mellitus

Diabetes Mellitus

Dr. Timoteo Chen


Muchas veces hemos escuchado en una reunión de amigos o de parientes decir que cierta persona tiene alto el azúcar en sangre; y a partir de tal fugaz comentario, se abre una especie de debate sobre la víctima del momento: de que come mucho, que está gordo/a, y algunos hasta se animan a establecer un diagnostico diciendo que es un diabético. Pero la conversación se detiene cuando la enfermera del barrio, con su habitual estoicismo, advierte: “ojo, que no todos los que tienen alto el azúcar en sangre, tienen diabetes”.

La diabetes (DM) es una enfermedad metabólica crónica caracterizada por una regulación anormal de la glucosa (“azúcar”), resultando en la elevación de ésta (glucosa en ayunas mayor a 126 mg/dl, existiendo además otros criterios). Afecta a millones de personas en todo el mundo y su prevalencia se ha incrementado en los últimos años, y se pronostica que seguirá incrementando debido principalmente al aumento del sedentarismo y de la obesidad. Pero no todas las personas con hiperglucemia tienen diabetes (como bien dijo la sabia enfermera); existen condiciones tales como el estrés, la administración de ciertos medicamentos, y algunas enfermedades como las afecciones pancreáticas, que pueden también incrementar la glucosa en sangre.

Diabetes tipo I y tipo II

Todos conocemos la clásica división de DM en 2 tipos: tipo I, cuya destrucción autoinmunitaria del páncreas conduce a la insuficiencia de insulina, y tipo II, en el que existe resistencia a la insulina y secreción anómala de la misma. El 80 a 90 % de los diabéticos padecen el tipo II: son generalmente adultos o ancianos sin síntomas en quienes la enfermedad es descubierta mediante chequeos rutinarios. Por este motivo, es menester que adultos mayores de 45 años realicen controles de glucemia. El 10 – 20 % restante de la población diabética corresponde al tipo I, representada por una población más joven y con muestras de síntomas como náuseas, vómito, poliuria, etc.

En cuanto a la causa, se sabe que ésta se debe a una interacción de múltiples factores tales como predisposición genética, factores ambientales y autoinmunitarios, y estilo de vida. En el DM tipo I, los factores ambientales pueden desencadenar la destrucción autoinmune de las células beta productoras de insulina del páncreas en individuos genéticamente susceptibles. Sin embargo, ningún factor ambiental ha sido concluyentemente relacionado con DM; pudiendo ser los virus, la lactancia temprana con leche de vaca, u otras causas desconocidas, los factores causales de DM tipo I. En el tipo II, la genética también juega un papel relevante, mientras que la obesidad y la actividad física podrían influir en la expresión de la enfermedad.

¿Cómo se previene?

Hemos mencionado en los párrafos anteriores la importancia de la obesidad en el incremento de esta enfermedad en el mundo; por eso, no resulta extraño que las medidas preventivas sean las de mantener una masa corporal dentro de los rangos convenientes y de realizar actividad física regular. No obstante, más allá de los consejos (y quizás imposición) de mantener un estilo de vida saludable, no existen intervenciones probadas para prevenir tanto DM tipo I como tipo II. La buena noticia es que actualmente se están desarrollando numerosos ensayos clínicos con el fin de demostrar la eficacia de diversas medidas preventivas.

Los pilares del tratamiento

Dieta: debe ser adaptada al individuo y a su riesgo (o complicación) predominante y no en forma general. Para pacientes con DM tipo 2, una modesta restricción calórica es importante cuando se requiera bajar de peso.

Ejercicios: realizar un programa de actividad física de acuerdo con la capacidad aeróbica del individuo.

Educación: el sujeto debe recibir educación de parte de profesionales de la salud acerca de la nutrición, auto-monitoreo de glucosa, administración de insulina, etc.

Hipoglucemiantes orales: en personas con DM tipo II quienes no pueden regular la glucosa solo con dieta y ejercicios luego de 3 – 4 semanas de tratamiento.

Insulina: es necesaria en DM tipo I. En DM tipo II, modestas dosis de insulina es bastante eficaz para controlar la hiperglucemia en pacientes recientemente diagnosticados. También es requerido por gran número de individuos con DM tipo II de larga data, debido a la relativa deficiencia de insulina que ésta desarrolla.

Las complicaciones se pueden clasificar en agudas y crónicas

Finalmente, luego de un proceso evolutivo en el que es difícil precisar el tiempo,  se manifiestan las temidas complicaciones.

Las complicaciones agudas se relacionan con hiper o hipoglucemia, deshidratación, acidosis, y en casos más graves, alteraciones mentales. Estas condiciones se pueden corregir con la administración y control de insulina, y la restauración del balance hidroeléctrico.

Las complicaciones crónicas afectan a muchos órganos y son responsables de la mayoría de las incapacidades y muertes asociadas con la enfermedad. Pueden ser la primera manifestación de una persona que cursa con DM asintomática. Podemos dividir a estas complicaciones en vasculares y no vasculares. Las vasculares a su vez, se subdividen en microvascular (retinopatía, neuropatía, nefropatía) y macrovascular (infarto agudo de miocardio, accidente cerebrovascular, gangrena). Las complicaciones no vasculares incluyen gastroparesia, disfunción sexual, y cambios en la piel.

El riesgo de presentar una o varias complicaciones crónicas aumenta en función de la duración de la hiperglucemia. Es, por este motivo, importante la detección temprana de la diabetes y el control y tratamiento de la hiperglucemia. Quizás no se pueda detener el avance de esta enfermedad hacia las complicaciones, pero con las medidas adecuadas, podremos retrasarlas o atenuar sus nefastas manifestaciones, y ofrecer al individuo que las padece la mejor calidad de vida posible.


Rev.1 2006-10-13 JY

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